Translate this page

jueves, 11 de octubre de 2018

A la Memoria de mi Abuela

Ha pasado bastante desde la última vez que escribí.
Quería haber publicado dos post más este verano, uno con algún plato refrescante y rápido de hacer y otro post para enseñarte algún que otro de los encargos que me han hecho.
Las cosas se han complicado mucho y no he podido escribir ni uno ni otro.
Todo este tiempo he estado triste y muy apática.
No tenía ganas de hacer ni escribir nada.
A finales de agosto fallecía mi abuela.
La abuela con su compañera de habitación y amiga
Tenía 95 años y gozaba de una salud envidiable aunque últimamente tenía problemas estomacales que la obligaban a empezar a cuidarse un poco. Por lo demás, todo estaba estupendo.
Mi madre y yo estuvimos con ella un jueves dando un paseo, hablando y riéndonos como siempre. 
Estaba fenomenal y dos días después hubo que ingresarla en el hospital porque le había dado un ictus cerebral.
La noche del domingo nos dejó.
Todos estuvimos con ella en los últimos momentos pero mamá y yo no nos separamos de su lado desde que ingresó en el hospital salvo para bajar a casa un momento a asearnos un poco y subir de nuevo corriendo para que nos sintiese cerca.
Nos sentamos en una silla, una a cada lado de su cama, le agarramos la mano y nos quedamos así hasta que se nos fue.
Todavía no he llorado, no puedo.
Creo que el haberme podido despedir de ella y el estar haciéndola compañía en sus últimas horas, me ha reconfortado.
Era uno de los amores de mi vida y nos queríamos muchísimo. Confidentes, amigas, abuela y nieta... Siempre nos ha unido algo especial.
Damos gracias porque se fue como ella quería y su sufrimiento no duró mucho.
Tenía miedo de quedarse sin autonomía y necesitar ayuda de todos y para todo, pero lo que más miedo le daba era ser consciente de ello y vernos sufrir por ella.
No quería morir de esa manera, deseaba quedarse dormida, sin sufrir dolor y sin causárselo a los demás. Era TODO CORAZÓN.
Afortunadamente y dentro de lo malo, lo consiguió.

Quiero creer que Dios se lo concedió por ser una mujer buena, dulce, cariñosa y tremendamente generosa.
Era bella por dentro y por fuera; siempre tenía una sonrisa para tí. Espero algún día poder llegar a ser como tú, abuela.

A pesar de pensar que el día que me quedase sin ella iba a llorar muchísimo y a sentir una pena y un dolor muy grande en mi corazón, he de decir, para sorpresa mía, que siento una especie de consuelo al saber que estuve ahí hasta el final y sé o al menos quiero creerlo, que también me sintió a su lado tomando su mano.
Pese a que la echamos muchísimo de menos y nos duele su ausencia porque todavía no nos creemos que ya no esté con nosotras, a la vez estamos agradecidas y nos reconforta pensar que no solo se ha marchado sin dolor, sino que se ha marchado en nuestra compañía.
Mamá, tata y yo estuvimos a su lado. Creo que de una forma u otras nos sintió y por eso sé que se fue en paz.
Lo que es seguro es que está en el cielo ocupando un puesto de honor como dice mamá porque personas como ella ha habido, hay y habrá muy pocas.
Ha sido una madre maravillosa y entregada para con sus hijos y una abuela fuera de serie para sus nietas, nietos y biznietas.
Doy gracias por haber tenido la suerte de conocer a una persona tan fantástica, de que Dios la pusiese en mi vida y para mayor suerte, que fuese mi abuela.
Cuando nació mi hija le puse su nombre y a ella le hizo mucha ilusión. Yo quería demostrarle así cuán importante era para mí.
TE QUIERO MUCHÍSIMO.
En un tiempo nos volveremos a encontrar y volveremos a reírnos de nuestras anécdotas.
Mi corazón y el tuyo estarán juntos para siempre.
Un beso abuela y hasta luego.

© LOS COLORES DE SYLVIA

© Textos, fotos e ilustraciones ©by Sylvia M.G.D